sábado, 18 de febrero de 2012

PIRATA DE LUCES Y SOMBRAS


Duermo mientras camino en un mundo sin sol y sin pájaros. Árboles de hormigón proyectan sobre un bosque cubista y gris su sombra cada día y sus luces cada noche, cernidos sobre una sinfonía de cláxones desafinados, rugidos de bestias metálicas reptando sobre ríos cenagados, gritos ahogados y hediondos gemidos camuflados bajo aullidos de sirenas que se alejan. Pero aún en el más tórrido de mis sueños, los tambores de la luna despiertan en mi pecho flores de jardines olvidados. Rosas que la naturaleza sembró en mi corazón y que cada mañana, tras una sonrisa, oculto tras la pesadilla diaria mientras soy un Jonás más en el vientre de la serpiente de vidrio y acero que me transporta hacinada hasta el lugar en donde cada día vierto mi sangre y mi tiempo. El limbo donde marchito mi vida.

Pero a veces, solo a veces, cuando el fulgor de la luna ilumina mi rostro, despierto de mi pesadilla, tomo el timón de mi navío pirata y el mundo se abre inmenso, haciéndome caer ante su obra, prendiéndome de amor y haciéndome vivir a ratos el sagrado horror de mi propia existencia, engendrando en mi pensamiento una piedra endurecida por el tiempo que quiere romper de un grito todos los cristales de la noche y entrar como el huracán en el corazón de los hombres, abrir con dolorosa pasión el tesoro en ellos guardado por la perfumada luna y dejar que su aroma llene el aire. Sin embargo, el dolor del despertar es profundo, la realidad cotidiana abrumadora y demasiado hiriente la luz del día, por lo que siempre acabo replegándome sobre mis más antiguas sombras, bajo el calor de las sábanas, aguardando quizás a que todo cambie, a que el placer que escapa entre mis manos se haga a mí o yo me haga en él una sola cosa.

Soy pirata de la luz y de la sombra. Mis manos se aferran al viento y mis oídos se abren a las voces que habitan el aire. Creo entender y sin embargo sueño con los hombres, amigos y enemigos, parejos y distantes. Habitantes todos de un castillo entre la bruma.

Sentada sobre el cofre de mis riquezas me permito juzgar el mundo, inmersa en la ebriedad de la vida. Mis ojos no ven mas allá de la niebla y mi mente no conoce sino un pequeño surco de agua que el barco de mi entendimiento cree vencer cuando sus velas se curvan como alas, pero hacia allí me dirijo cuando estoy despierta: proa al futuro en busca del destino, perdida en la noche de la vida con la quilla de mi barco pirata en pos de una estrella.

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