Los hombres fuertes no limpian sus ojos
Porque son calientes.
Dos brasas que atraviesan el mundo
Paralizan el mundo
Hacia fuera o hacia adentro.
Pero los hombres cálidos
Tienen sus ojos de agua.
Son espejos de universos
Con torrentes y cascadas.
Espuma de mar en la roca fracturada
y arrastrada por el viento.
Hasta los rostros sin tiempo
De las pétreas gárgolas de rostro adusto, de ojos rojos
Que vigilan sus despojos en un templo vacío
Mientras lloran con las lágrimas prestadas
Por el húmedo rocío que la brisa trajo en la mañana.
¡Cuánto tiempo en nuestro encierro hemos perdido!
Los hombres rápidos se olvidan de las cosas
Y sus ojos son como látigos de fuego
Como el lobo que mata a su presa
Y tras devorarla ansioso, se aleja inquieto.
Pero los hombres lentos siempre esperan y sueñan
Con los ojos abiertos
En las hojas de un otoño
De flores que abren
Minúsculas trampas
Para aquel que se adentra
Dentro de un alma
No hay comentarios:
Publicar un comentario